Es en estos retratos donde se percibe la fisura y la herida de una época convulsa y compleja, no desde un sentido moralista sino consecuente como ese dedo que señala lo que le ha sido prohibido enunciar. Un cura es desenmascarado por su pasado profano; un relato de la historia nacional (el «paraíso» de los zonians), revela los claroscuros de una juventud náufraga; la paradoja de los que pierden el trabajo y renacen de sus cenizas, más brillantes que antes; o aquel barrio, como miles en Latinoamérica, donde la justicia terrenal y la injusticia cotidiana miden fuerzas en torno al devenir de seres humanos, dos ancianos en este caso.