Contra la extraversión, la velocidad y el cambio espasmódico tan apreciados en el mundo actual, los personajes de Bracho Ghersi esgrimen un obstinado compromiso con el intimismo y la contemplación, como si entre todos ellos se urdiera, de la manera más introvertida posible, un complot sutil. Ello explica que los párrafos finales de esta galería de solitarios aludan a la felicidad de un encuentro que no acaba de producirse, iluminador por ser factible. Que se defina la ansiada  reunión cuando estamos a punto de cerrar el libro apunta a que los papeles protagónicos pueden adoptarlos la voz narrativa y el lector, tras haber comulgado siquiera por unos instantes gracias a los milagros del lenguaje.